¿Quién es?
Edward Harris, el director del Museo de las Bermudas y creador del método de arqueología que se utiliza a nivel mundial, conoce perfectamente la historia de Iruña-Veleia ya que visitó el yacimiento, participó en el 1. Congreso Internacional de Iruña-Veleia donde vio que los que defienden la falsedad no acudieron a defender sus argumentos, y, además, solicitó a Eliseo Gil los cuadernos de campo para analizar si había realizado la excavación de forma correcta o no.
¿Qué dice?
En la carta afirma tajantemente que en la arqueología moderna no pasado nunca algo así, que es una grandísima desgracia para la profesión de la arqueología no solo del País Vasco sino a nivel europeo y que hay que rehabilitar urgentemente a Eliseo Gil y al resto de los arqueólogos por el trabajo tan adecuado que hicieron.
Carta enviada (Carta original en inglés)
Es imposible falsificar los 400 grafitos de Iruña-Veleia
Aunque no pretendo entender todas las cuestiones relacionadas con los grafitos de Iruña-Veleia, según he podido comprobar, este asunto no ha podido ser peor gestionado por las autoridades. Dichas actuaciones, tan nefastas, han dado como resultado la difamación y la calumnia hacia varios arqueólogos excavadores muy profesionales.
Uno no necesita ser arqueólogo para aceptar que estos objetos arqueológicos son auténticos, ya que los argumentos para declararlos falsos desafían toda lógica y entendimiento de las circunstancias en las que los falsificadores normales actúan, por no hablar de la total ausencia de beneficio económico o de otra índole que supuestamente debería reportar a los arqueólogos que presuntamente crearon estas 400 “piezas maestras” de grafitos antiguos.
El asunto es una absoluta desgracia para la profesión de la arqueología en el País Vasco, en España, y, ciertamente, en Europa. Debe encontrarse la manera de rehabilitar a Eliseo Gil Zubillaga, Idoia Filloy y cualesquiera otros arqueólogos que hayan sido manchados con la repugnante acusación de ser unos falsificadores, no habiendo ninguna razón o motivación concebible para que ellos llevaran a cabo un fraude tan masivo hacia la comunidad arqueológica y ciertamente hacia el mundo en general.
La difamación de esas personas no tiene precedentes en la arqueología, y uno se aventuraría a afirmar que NUNCA ha llegado a tal nivel hacia ningún arqueólogo EXCAVADOR vivo o en la memoria registrada, especialmente en el periodo moderno, comenzando en la década de 1960, cuando el método estratigráfico salió a la luz como EL MÉTODO CIENTÍFICO ESENCIAL para las excavaciones arqueológicas, un proceso que se aceleró hacia el final de la década de 1970 con la publicación de Principios de Estratigrafía Arqueológica en 1979, métodos a los que se adhirieron Gil y Filloy en su trabajo.
El hecho científico es que la estratificación, como el gran geólogo Charles Lyell escribió en una ocasión, es un registro objetivo del Pasado, un “testigo no intencionado” del Pasado“, y, si se ha excavado correctamente en un yacimiento arqueológico, el arqueólogo recuperará su secuencia estratigráfica, que es el registro objetivo (no tocado por manos humanas) de cada yacimiento arqueológico, su ADN, podría decirse.
Uno hubiera pensado que para hacer una falsificación plena y completa los arqueólogos deberían también falsificar o fabricar igualmente el registro estratigráfico del lugar, pero en el caso de Iruña-Veleia, parece que hicieron un trabajo muy bueno de recuperar ese registro objetivo, esa secuencia estratigráfica objetiva, contra la cual TODOS los análisis posteriores del sitio Y DE LOS RESTOS QUE CONTIENE deben realizarse.
Puesto que Gil y Filloy han recuperado las secuencias estratigráficas de sus diversas zanjas en Iruña-Veleia, de ello se sigue que, si afirman que las “falsificaciones” fueron encontradas en tales y tales posiciones en las secuencias, los objetos son “verdaderos”, auténticos y datables en relación a la secuencia estratigráfica y otros objetos y evidencias físicas encontradas en el lugar. Sugerir otra cosa, considerando los aproximadamente 400 objetos con grafitos encontrados, sería sugerir un fraude que habría tenido que incluir a todas las personas en el lugar, desde los excavadores de nivel más bajo en las zanjas, hasta el personal y los conservadores en los laboratorios y oficinas, y de hecho cualquiera que hubiera descubierto o por cuyas manos hubieran pasado posteriormente estos objetos de alguna manera.
En cuanto a la extraordinaria variedad de habilidades y conocimientos que serían necesarios para producir las 400 “falsificaciones” tal como se comentan, los arqueólogos de Iruña-Veleia deberían ser de los más destacados genios en la arqueología moderna y deberían darles las mejores cátedras universitarias en su tierra, en vez de ser expulsados de la profesión por aquellos cuya motivación escapa a la imaginación.
Edward Harris