En el capítulo sexto se mencionan los cambios frecuentes que han ido sufriendo algunas de sus etimologías:
6. El modelo de reconstrucción de algunas palabras ha cambiado a veces radicalmente a lo largo de los años, lo cual revela gran inseguridad en las conclusiones así como una continua improvisación
La andadura de la teoría de la raíz monosilábica se inició en 1995, y en estas casi dos décadas de trabajo salta a la vista que se han producido grandes modificaciones sobre la marcha. Aunque el profesor de la UPV tiene la tendencia de presentarnos sus ideas como un modelo de reconstrucción exacto y fiable, lo cierto es que las dudas, rectificaciones y bandazos constantes han venido caracterizando su trabajo. Como explica el propio Lakarra, en cierta ocasión sólo tres años después de presentar una serie de etimologías ya se vio obligado a reconocer algunos errores:
“En un trabajo en homenaje a de Rijk (Lakarra, 2002b) reuní una serie de etimologías que en su mayor parte habían sido presentadas anteriormente y con las que todavía me siento, en general, conforme. Junto a bases de reduplicaciones parciales (…), aislaba allí formas como *gi, *la y *sa en gibel «hígado, detrás», gizen «grueso», lagun «compañero», labain «resbaladizo», sabel «vientre», samin «dolor profundo», etc. Es con estas últimas con las que no estoy ahora de acuerdo y considero que no debí presentar tales propuestas pues van contra el fundamento mismo del paradigma reconstructivo en el que estoy embarcado: la forma canónica de la raíz” (Lakarra 2005: 427-428).
No es éste el único caso en el que el profesor experimenta cambios de opinión. En 2009 en pleno discurso de entrada en Euskaltzaindia hizo derivar alu del latín ualuu, pero en 2011 rectifica y lo hace derivar por el contrario del también latino aluu (Lakarra 2011: 104). Más radicales son las vacilaciones en otras etimologías, en las que se pasa de postular el origen en un préstamo a derivar las palabras de un término patrimonial antiguo, o las que suceden cuando, aun manteniendo su defensa de la antigüedad de una palabra, inventa nuevas etimologías a cuál más imaginativa. Ejemplo paradigmático de lo primero es el caso de ard(a)o ‘vino’, para el que propuso inicialmente un origen castellano en arándano > ardano > ard(a)o, mientras que últimamente considera que procede de una protoforma *e-da-ra-dan-o (Lakarra 2011: 23, 104), formada por raíces protovascas.
Ejemplo de la segunda forma de proceder es lo propuesto para ezker, que ahora, frente a lo dicho anteriormente, propone derivar de *her-tz-gu-ger. En sus propias palabras «Lakarra (2002)-n *ez-ger proposatu nuen baina hori ezin liteke ongi izan, ezeztapena *eze baitzen» (Lakarra 2011: 106). Nos sorprende mucho que la nueva propuesta del profesor de Gasteiz, que en teoría debería ser más perfecta y fiable, resulte ser más rebuscada que la anterior y por tanto menos creíble.
En otras ocasiones la provisionalidad en sus reflexiones es tal, que el autor tiene que realizar matizaciones de ultimísima hora, estando el artículo a punto de imprimirse:
“87. Despues de entregado este trabajo a la imprenta caigo en la cuenta (cf. n. 79) que un *e-dazun (cf. e-n-zun ‘oir’, con repercusion de -n-) es a *e-da-don > [> jagon‘cuidar, vigilar’] como e-ra-bili‘utilizar’ a e-ra-n-zun ‘contestar’ (mismo comentario que en e-n-zun); de ahi, por metatesis (cf. iduri‘ parecer’ o ediren‘encontrar’en Lakarra 2006c y 2007a), llegariamos a *ezadun > ezaun y solo luego de ahí (no al reves) ezagun, con la -g- que soluciona el hiato tambien en nagusi ‘mayor, amo’, bigun‘debil’, egarri ‘sed, sediento’, igerri ‘adivinar’, el jagon ya citado y en bastantes más que quisiera estudiar en otro lugar (cf. Lakarra en prep.-1)” (Lakarra 2008: 330).
Con tantas vacilaciones, nos preguntamos con el debido respeto si la expresión «guztiz desbideratua» (Lakarra 2011: 108), que utiliza para definir su primera etimología de itsaso, no podría ser aplicada a toda su teoría.
Es natural que una teoría en construcción sea un proceso en el cual se van modificando algunos puntos de vista con el tiempo. Lo malo es que los bandazos que ha dado estos años no parecen animarlo a defender sus ideas con mayor prudencia, y a la hora de criticar teorías alternativas emplea su modelo de reconstrucción como si fuese una teoría asentada.
Por ejemplo, el profesor de Gasteiz ha pretendido refutar las propuestas de investigadores de probada solvencia en el estudio del idioma ibérico, que identifican el ibero laur con el lau(r) vasco (Ferrer i Jané, Orduña Aznar). Según Lakarra este parecido es simple casualidad, ya que lau(r) procede supuestamente de labur por medio de una evolución *da-bur > labur > laur.
Años antes había defendido una evolución completamente diferente desde *laC-ahur > laur, que el propio autor termina admitiendo como “injustificable” (Lakarra 2010: 213-214). En este último artículo se puede observar en general un gran desorden de ideas, innumerables vacilaciones, arrepentimientos de etimologías anteriormente expuestas, deficiencias argumentativas, etc. Todo lo cual no impide al filólogo vizcaíno asegurar en sus conclusiones:
“Creemos que nuestro trabajo muestra una vez más la inverosimilitud de las hipótesis vasco-ibéricas, entendidas bien como relación genética entre ambas lenguas, bien como prestamos debidos a un contacto lingüístico significativo constatable entre ellas” (Lakarra 2010: 191).
A nuestro juicio, consideramos criticable que Lakarra tenga el valor de afirmar que ha logrado refutar las interpretaciones de estudiosos que trabajan sobre fuentes epigráficas reales, en base a un artículo redactado de forma caótica, esgrimiendo hipótesis controvertidas y etimologías tan precarias que tuvieron que ser abandonadas un tiempo después de ser enunciadas.
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