En un artículo publido en Deia, Gontzal Mendibil plantea la dicotomia entre mito y dogma en la investigación del origen del euskera:
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Vayamos por partes. El euskera es una lengua de transmisión oral cuyo origen se desconoce y su localización está envuelta en conjeturas, tal vez, más intuitivas que racionales, y se habrá de partir, por tanto, de esa premisa. Difícil que una lengua de transmisión oral no se sustente en mitos. En el dogma, en su certeza, hay una pretensión de desestimar el mito, sin que admita ninguna oposición más que la pureza de su verdad, pero cuando no hay certeza de un hecho, porque no está comprobado, contrastar ciencia y mito es fundamental.
Vayamos por partes. El euskera es una lengua de transmisión oral cuyo origen se desconoce y su localización está envuelta en conjeturas, tal vez, más intuitivas que racionales, y se habrá de partir, por tanto, de esa premisa. Difícil que una lengua de transmisión oral no se sustente en mitos. En el dogma, en su certeza, hay una pretensión de desestimar el mito, sin que admita ninguna oposición más que la pureza de su verdad, pero cuando no hay certeza de un hecho, porque no está comprobado, contrastar ciencia y mito es fundamental.
El proceder de la ciencia respecto del euskera debe ser ir más allá, profundizar en la raíz contrastando todos sus elementos, analizando las venas cársticas de la creación de la lengua puliendo sus sedimentos hasta encontrar hechos irrefutables, pero si no fuera así ¡loada sea la duda! porque los hechos necesitan de claras demostraciones a partir del mero hecho de su conocimiento. Hay un precioso dicho zuberoarra: Frutuak erakusten du arbola, eleak gizonaren barnea (El fruto nos muestra el árbol, la palabra el interior de la persona).
“La investigación etnolingüística de la vida de nuestros antepasados se nos convierte en etnografía” afirma Juan Manuel Etxebarría en su majestuoso libro recién publicado: Gorbeia inguruko etno-ipuin eta esaundak II basado en la temática de los mitos y leyendas transcritos por el lingüista zeberioztarra.
El compromiso de la ciencia es encontrar datos que aseveren verdades comprobadas, no verdades infundadas, pero los historiadores modernos se limitan sobre todo en la búsqueda de los hechos a partir de escritos y no en señales halladas, grafías, fonemas que pudieran darnos pistas. Recordemos El nombre de na rosa y los envenenamientos producidos en la biblioteca de la abadía: “Aquí estamos para preservar lo existente y no para ir más allá”.
Y más allá de los escritos de nuestros historiadores contemporáneos, el origen del euskera, en mi opinión, debería de estudiarse desde su raíz, desde la propia toponimia y en la profundidad de sus fonemas. Es más allá donde se ha de ir con el euskera, más allá en su profundo estudio arqueológico y lingüístico terrenal. Olvidándonos de la metafísica y de disposiciones divinas. Las observaciones lingüísticas deberán revelar suposiciones hoy no esclarecidas hasta convertirlas en hechos irrefutables.
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