Bernat Mirá Tormo
La mayoría de los topónimos tienen una antigüedad de varios miles de años. La ventaja de la toponimia consiste en que el nombre del lugar debe coincidir con su situación geográfica. De lo contrario suele estar mal traducida. Esto demuestra que hubo una lengua prehistórica muy bien estructurada que definía con gran precisión, si había un “monte” un “río” un “llano”, etc.
Por ejemplo BEN en escocés significa “monte”, ULLS-Waters, topónimo de Inglaterra, significa ULLS = agua, río. Un ULL de aigua, en valencianos significa un nacimiento de AGUA, o sea ULLS = waters es una redundancia, porque tanto ULLS, como waters, significan lo mismo. ULLS-brooks, también en Inglaterra significa ULLS = agua o río, y brooks = arroyo. Es también otra redundancia. ULLS no es otra cosa que una variante de la palabra vasca UR = agua. Que se pronuncia URR, pues el vasco cuando la palabra termina en R se pronuncia RR.
Vemos también los apellidos británicos ORMSTONE, ORMSROAD, ORMSKIRK, que vienen de ORM = pared, y STONE = piedra, = “pared de piedra”. ORMS = pared, y ROAD = “camino” o “carretera. = “pared del camino”. Y ORMS-KIRK, de ORM = “pared” y KIRK = iglesia, en escocés. = “pared de la iglesia”. (en euskera pared es (h)orma: Ormaetxea (casa de la pared)…)
Jose Luis Almán
Queda claro que una de las fuentes más preciadas que aun nos quedan para retrotraernos a la lengua de nuestros ancestros es la toponimia junto con el lenguaje, no lo suficientemente documentado, de las gentes de nuestros pueblos (y no me refiero únicamente a los de la península ibérica). Evidentemente hay pistas importantes ahí y, curiosamente existen aun muchas de estas palabras perviviendo en el euskera y, como no, en otras lenguas con abolengo en todo el continente europeo. Eso por sí solo demuestra que, en al menos toda la costa occidental de Europa (de Norte a Sur, hasta donde llegaba el muro de hielo de la última glaciación) y en medio Mediterráneo se hablaba un mismo lenguaje. Y que este se movió, en migraciones sucesivas hasta Oriente hasta alcanzar las fronteras de pueblos más poderosos que retuvieron su expansión. Estamos pues de acuerdo en ello.
Si bien nos ha quedado esa lengua fósil y testimonio de la original que hoy llamamos euskera (Eukele, el término utilizado por Javier Goitia me parece más adecuado), no debemos olvidar, empero, otros viejos vestigios que, reunidos, nos ayudarían a completar aun más este rompecabezas. Lenguas como el Suomen kieli. Kieli significa: lenguaje en finés actual, pero palabra cuya ancestral construcción proviene de Ki “parte, trozo, fracción” y Ele “lengua”, lo que describe perfectamente lo que es un lenguaje. Los Suomi tienen predilección por usar la L en vez de la R, esta última pronunciada con mayor rotundidad que como lo hacemos nosotros. Tienen, por supuesto, otras predilecciones fónicas. Solo hay que hacer una serie de cambios en la fonología y en la prosodia de ciertas palabras en los lenguajes para descubrir cosas interesantes. Tenemos pues ETORRI-TULLA o OIU – HÜÜA o URREN – AARRE, TUNTUR – TUNTURI ESAN – SANA, IZARO – SAARI, EROSI – OSTA, BASO – METSÄ, LE – LA, etc.
(etorri: venir – oiu: grito – urren: cerca – tuntur: cima; esan-decir…)
El negativo verbal noruego IKKE ¿acaso no se parece al EKA?.
Afirman los estudiosos de academia, esos eruditos de salón que solo saben autocitarse los unos a los otros (por los siglos de los siglos), creyendo que así, con ese acto casi religioso, añadirán aún más hormigón a su edificio de “sabiduría” cimentado sobre una ciénaga, que no existen pruebas de que algo parecido al eukele (insisto) se hablara doscientas millas más allá de uno u otro lado de los Pirineos Occidentales. Sin embargo, y aunque les moleste, existen muchos indicios de que no sólo se habló en esta parte admitida por sus sesudas mentes, sino hasta en la misma Roma y más allá, extendiéndose hasta el Cáucaso donde chocó con otros lenguajes (civilizaciones). Y que estos lenguajes vinieron a tomar Europa por el mismísimo centro, como una cuña y de ahí para el Sur, trayendo consigo las lenguas arias. Solo los reductos del frío norte y la costa Occidental pudieron aguantar este inexorable avance y guardaron la antigua lengua hasta hace apenas 3000 años, cuando comenzó su lento pero inexorable retroceso en favor de la lenguas venidas de Oriente, en ese entonces fragmentadas en tres grandes familias.
Hace unos dos mil años atrás, en la Península Ibérica hubo dos zonas lingüísticas claramente diferenciadas, la suroriental y la cántabro-pirenaica. Los eruditos no saben qué hacer con estas lenguas occidentales ni con quienes las hablaban porque no pueden darles un origen que encaje en su cosmovisión histórico-lingüística. ¿Qué hacemos con ellos? Los íberos, los legendarios habitantes de Irlanda y de Albion, antes de las muchas invasiones. ¿Qué hacemos con las tribus nómadas del norte? ¿Dónde encajamos en la cuento-historia oficial a los herederos de los pueblos del Gran Mar, quienes recorrieron miles de kilómetros poblando los inhóspitos territorios que el deshielo de la última Glaciación iba dejando a su disposición en Escandinavia, Karelia, los Urales y Siberia?.
Debemos investigar desde el libre pensamiento. Gracias por tus aportaciones Bernat y por la de todos, incluso aquellas que provienen de la dialéctica oficial, siempre que sean aportaciones de corazón y no impositivas. Debemos investigar desde el libre pensamiento. Nadie puede afirmarse poseedor de la verdad y mucho menos de aquello que ya forma parte del pasado. Por supuesto, lo expuesto aquí es una hipótesis de trabajo, una aportación teórica. Como siempre he dicho, hasta que no se invente la máquina del tiempo y podamos retrotraernos al pasado, todo cuanto afirmemos o desmintamos al respecto no deja de ser sino un cúmulo de reflexiones hipotéticas ¡Nada más! Lo diga yo, el Papa, el Rey o todo un Claustro de doctos diplomados. No obstante, es bueno que investiguemos lo restos que nos quedan de un modo abierto, cooperativo y dejando atrás nuestros egos, a veces llenos de tanta vanidad, prejuicios y narcisismo que no nos dejan ver.