Dicen que la historia se repite. Será así ya que hace 30 años, lo que sufrió el paleopatólogo catalán Josep Gibert lo están sufriendo ahora Eliseo Gil e Idoia Filloy. Allí, ridiculizaron el importante hallazgo de Gibert de un resto humano antiquísimo con la frase “el burro de Orce” (os acordáis del “Descartes” de Lakarra y Gorrochategui?). Y lograron que no siguiera trabajando allí, eso sí, uno de los que desprestigiaron con lo del “burro” (Carbonell) es uno de los miembros del equipo que dirije actualmente el yacimiento (igualito que el Departamento de Arqueología de la UPV que tras expulsar a Eliseo se han puesto ellos).
Y por si fuera poco, después de que gracias al TAC se descubriera que era un resto humano y que tenía razón, le siguen ninguneando o desprestigiando (igual que el “Veleia” encontrado por Núñéz).
En el primer Congreso Internacional de Iruña-Veleia, Joaquim Baxarias nos contó esta triste historia. El es paleopatólogo y la conoce perfectamente. Lo que le hicieron a Gibert lo resumió en una frase: “Quítate de esta silla que me siento yo”.
Gibert luchó toda su vida para que su descubrimiento fuera tomando en cuenta: artículos, un congreso internacional… pero no lo logró y se murió hace dos años.
Pero muchos le recuerdan y han creado una fundación para recordarle a él y a su descubrimiento. En el blog Ama-Ata Ambiorix nos ha recordado este tema y ha habido 55 comentarios al respecto. Ambiorix ha puesto la frase de Giordano Bruno que tiene la web de la fundación para recordar su figura:
Mucho he luchado; pensé que podía ganar, pero el destino y la naturaleza sofocaron mis meditaciones y esfuerzos. Pero ya es algo estar en el campo de batalla, porque ganar depende mucho de la suerte. Pero hice cuanto pude y no creo que nadie en las generaciones futuras lo niegue. No temí a la muerte, nunca me rendí a nadie; en lugar de una vida cobarde, elegí una muerte valiente.”
Tal vez no llegues a alcanzar tu meta, pero aún así corre la carrera.
Invierte tus fuerza en tal alta empresa.
Sigue luchando con tu último aliento
Más información:
- Video: “El hombre de Orce – Josep Gibert – Documental El H…“:
Siendo aún adolescente alguien me definió al héroe como aquella persona que afrontaba su destino a pesar de saber que era trágico. Si tal cosa es cierta, Josep Gibert es para mí y sin atisbo de dudas el mayor héroe que ha dado la paleoantropología española, pues en él se dieron todos los ingredientes heroicos y en su más estricto orden. Cuando se cumplen casi dos años desde que nos dejó, he querido hacer este humilde homenaje a su persona, a los seres de su entorno que tanto lo vieron sufrir, y en general a cuantos creyeron en él.
Todo ciclo heroico comienza con un estado de inocencia, y en nuestro caso la candidez del profesor Gibert lo llevó a creer que la parcela de ciencia a la que se dedicaba era tan sólo eso: ciencia desprovista de aditamentos palaciegos e ideológicos. Cualquier otro hubiera tenido la picardía de tomarle el pulso a los debates prehistoriográficos de su tiempo para comprender que con su descubrimiento se encaminaría hacia el suicidio académico. Siendo francos, un tipo que planea su martirio es un tarado, alguien que quiere llamar la atención, o quizás un cuco que sabiendo que no tiene puesto entre los ganadores decide boicotear la carrera tanto como puede.Pero no es un héroe.
No debemos olvidar que cuando salió a la luz el resto craneal conocido como “Hombre de Orce” corría el año 1982, a sólo siete años de la muerte de Franco, cuando toda España se sentía inocentemente libre, transformadora y crítica. En aquella etapa febril y libertina nada debía extrañar que un catalán quisiera hacer de Andalucía la cuna de la humanidad no sólo peninsular sino europea en su conjunto.
Teóricamente, digo sólo teóricamente, lo único que precisaría serían argumentos y pruebas de índole científica. Así lo hizo, y nadie puede negar que la primera reacción se plasmó en una euforia generalizada internacionalmente. Fueron los medios los que bautizaron como “Hombre de Orce” a la humilde etiqueta “VM-0”, como fueron los infames De Lumley los que brindaron espontáneamente por “el primer europeo”.
Sin embargo, de una manera que sólo puede calificarse como planeada, el descubrimiento fue sometido muy pronto a la crítica más feroz y traicionera de cuantas conozco en el mundillo paleontológico. Lo que hubo de ser por derecho propio el buque insignia y el orgullo nacional de nuestros prehistoriadores acabó vituperado a manos de tres esferas de influencia: políticos, académicos y periodistas.